La leche tiene que ser fría. Al menos durante diez de los doce meses que tiene el año. Su sito es la nevera sin duda alguna, y es que yo soy de las que pienso que la leche tibia, no es leche. Odio cuando mi hermana se levanta antes que yo, que son pocas veces, pero parecen ser mas porque el cabreo que me entra dura días. Es muy lista ella. Se levanta, abre la persiana y la ventana para que se renueve el aire de su habitación. Con la cabeza bien alta y segura de que no hay moros en la costa se dirige a la cocina para cometer el crimen. Abre silenciosamente la nevera y comprueba que dentro del tetrabrik solo queda la medida exacta de un vaso de leche. Se rellena su taza y sin pensarlo dos veces la mete dentro del microondas y espera un minuto y medio a que la leche deje de ser leche. Mientras la taza rueda sin cesar dentro del microondas, dobla el envase a la perfección y lo tira en la bolsa amarilla. Es buena chica, recicla y ya piensa en generaciones futuras. Pero su mente perversa no piensa en mí. En esa décima de segundo en la que pasa la cabeza por el resto de tetrabrickque almacenamos en el armario ella deja la mente en blanco. Abandona la cocina sin repostar la leche en el frigorífico. Ella siempre piensa que ha dejado limpio el escenario del crimen pero supongo que desacostumbrada a levantarse tan temprano se olvida de poner su taza dentro del friegaplatos y deja una prueba que le delata en el lugar de los hechos. No tiene remedio.